"Me siento tan sola como cuando llueve y no tengo paraguas"
Los viernes son especialmente duros, siempre. Un poco más que los miércoles.
Lo miro, intentando que el no lo note. A diferencia suya yo si tengo necesidad de mirarle.
Lo veo bailando salsa, lo veo llamándola del mismo teléfono público de donde alguna vez me llamó a mi.
Suena "Nuestra" canción....no le importa.
Lloro...Me pregunto si nunca se va a ir? si nunca se pasará esto que siento, y que tengo adentro, me pregunto si debo resignarme a vivir con este vacío siempre, sintiendo que ya nunca nadie, nada va a superarle, me pregunto si nunca podré volver a ser feliz del todo, cómo antes de que le conociera...
Pienso en que en mi próximo cumpleaños voy a sentirme muy, muy, muy triste. No quiero que llegue.
No quiero que se me pase el enojo con él, nunca. No quiero que vea nunca cuando lo miro.
Te odio, te quiero, y tu a mi no. nunca, nunca!!!
Ah! también, siendo sincera, muy, me pregunto: cuándo llegará el día en que realmenta quieras que él se vaya de tu vida??
Me gustan las anclas- digo. - estás anclada me preguntan? - ....no quiero la respuesta.
viernes, 21 de septiembre de 2012
jueves, 20 de septiembre de 2012
Día 2.
Película linda, qué me hizo sentir melancolía lo que llamo "tristeza linda"
Deseo despertarme un día y solo sentir de todo esto que es un mal recuerdo y no más.
No quiero que le duela, y no quiero que me duela, no quiero infelicidad para nadie, solo no sentir más.
También pienso que el contar los días no me dejará olvidarle, pero luego; pienso que el día que no tenga necesidad de contarlos, supongo que es cuando ya todo habrá pasado...
20 de septiembre. No quiero dolor para ella, pero ni siquiera sé como hacer para dejar de sentir. en cuánto a él, si algún día le dije que no podía odiarlo...le mentí.

Oliver Tate: Ask me how deep the ocean is.
Jordana Bevan: Shut up.
Oliver Tate: Come on, just ask me.
Jordana Bevan: Why?
Oliver Tate: 'Cause I know the answer.
Deseo despertarme un día y solo sentir de todo esto que es un mal recuerdo y no más.
No quiero que le duela, y no quiero que me duela, no quiero infelicidad para nadie, solo no sentir más.
También pienso que el contar los días no me dejará olvidarle, pero luego; pienso que el día que no tenga necesidad de contarlos, supongo que es cuando ya todo habrá pasado...
20 de septiembre. No quiero dolor para ella, pero ni siquiera sé como hacer para dejar de sentir. en cuánto a él, si algún día le dije que no podía odiarlo...le mentí.



Oliver Tate: Ask me how deep the ocean is.
Jordana Bevan: Shut up.
Oliver Tate: Come on, just ask me.
Jordana Bevan: Why?
Oliver Tate: 'Cause I know the answer.
Jordana Bevan: Oh! Do you?
Oliver Tate: Yes, I do.
Jordana Bevan: How deep is the ocean?
Oliver Tate: I'm not gonna say.
Jordana Bevan: I'm brokenhearted.
Oliver Tate: The ocean is six miles deep.
Jordana Bevan: Good.
Oliver Tate: Yes, I do.
Jordana Bevan: How deep is the ocean?
Oliver Tate: I'm not gonna say.
Jordana Bevan: I'm brokenhearted.
Oliver Tate: The ocean is six miles deep.
Jordana Bevan: Good.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
Día 1.
Me gustan las listas, me gusta contar, pero por ahora no tengo nada más para contar, que empezar desde hoy a contar los días de mi dolor que no se quita, no se sale, no avanza, no nada...
Hoy me di cuenta que decir que lo extrañaba era una tontería. Si él jamás lo sintió igual.
También lo supe, que me mentía con la mirada, que me miraba cuándo le convenía. Que me miraba para que yo supiera que él me miraba, no me miraba porque quería mirarme, porque deseaba mirarme, porque le gustaba hacerlo, porque tenía necesidad de mirarme.
19 de Septiembre. Y como duele...
Hoy me di cuenta que decir que lo extrañaba era una tontería. Si él jamás lo sintió igual.
También lo supe, que me mentía con la mirada, que me miraba cuándo le convenía. Que me miraba para que yo supiera que él me miraba, no me miraba porque quería mirarme, porque deseaba mirarme, porque le gustaba hacerlo, porque tenía necesidad de mirarme.
19 de Septiembre. Y como duele...
martes, 18 de septiembre de 2012
Desire.

“Escribe
sobre mi” fueron las últimas palabras que me dijo mirándome a
los ojos empañados por lágrimas con la cara arrebolada y con la
atmósfera de sexo que aún estaba entre nosotros. Creyó; talvez
que era lo único que podía hacer por ella después de haberla amado
tan poco, después de haberla amado nada, después de que le dije que
jamás lograría enamorarme de ella.
Solo
deseaba su cuerpo, jamás su alma, aunque era mía, era ella quién
gritaba cada vez que yo la hacía gemir de placer, cada vez que me
inundaba entre sus piernas, pero yo la ignoraba, deseaba su cuerpo, y
lo que me hacía sentir, deseaba que me hablara sucio, y que se
comportara como tal; mejor aún que no hablara. Cada vez que le
miraba solo deseaba tenerla sin ropa para poseerla, pero su corazón
infantil creía que mi mirada era porque la amaba como ella a mí. No
sabía como hacer para que ella no me quisiera tanto, ni ella
tampoco.
Muchas
veces intentamos alejarnos, entre lágrimas suyas, entre mentiras que
yo le decía para que no se sintiera tan mal, tan, porque mal se
sentía desde el día en que se enamoró de mi, desde la primera vez
que me vio sonreír me dijo ella. Yo por el contrario también sentí
algo desde que la vi, tenía deseos de follarla, con pasión, con
violencia, con fuerza, pero sin amor, sin sentimientos, su amor
entorpecía mi camino hasta su cuerpo, hasta su sexo.
Sin
embargo, las mentiras, las verdades eran a medias, adrede le dejaba
alguna palabra suelta, para que ella tuviera de donde agarrarse, un
pequeño lazo de esperanza que la hiciera quedarse, para yo poder
hacerlo, una, y otra, y otra vez más, hasta que en un ataque de
orgullo; a ella le diera por querer alejarse de nuevo, volvería por
mis verdades, por mis mentiras a medias, eso también lo sabía.
Lo
que veía de ella cuando no la conocía era a una mujer fuerte,
segura, seductora, toda ella era erotismo, la cadencia al caminar, el
meneo de sus caderas, el tambalear de sus piernas, el viento jugando
con su pelo, exhalaba erotismo, no podía dejar de mirarla, imaginaba
su cuerpo caliente y agitado encima de mi, imaginaba su cara durante
el orgasmo, imaginaba el sabor acido de su sexo, el olor de su piel a
miel con marihuana. Ella en cambio, veía en mi insistencia al
mirarla a un hombre que iba a quererla, veía ternura, veía amor.
Pero
la verdad es que ella; era un ser frágil, me quería tanto que yo
no podía quererla, la fragilidad solo enamora en las películas.
Entonces le mentí, le mentí con la mirada desde el primer momento,
y después le mentí de todas las formas que encontré porque el
deseo de poseerla hasta matarla era más fuerte que yo. Cuando por
fin pude hacerlo me volví adicto a ella, no, no a ella, a su
cuerpo, a lo que tenía entre las piernas, porque no me importaba el
resto de su humanidad, no me importaba si se sentía triste, o feliz,
cual era su libro favorito, o porque no le gustaban los dulces que se
veían lindos.
Me
lo contó, y fingí prestarle atención, pero la verdad es que en
esos momentos solo le veía la boca carnosa, y roja, moviéndose y me
imaginaba todo lo que iba a hacerme con ella.
Ella
también me deseaba, el deseo le provenía del amor que sentía por
mi, era inmenso, eterno: como el Mar. Me hubiera dicho si alguna vez
se lo hubiese preguntado, todo lo que concernía a mi era desbordado
para ella, su amor, su deseo, su enfermedad, y su locura, no se medía
en palabras, ni en sentires. Y los besos que me daba así fueran
infinitos nunca le fueron suficientes como para no quererlos más.
Y
eso; era lo que no la dejaba apartarse de mi, le daba placer como
nadie nunca lo había hecho, aunque en el fondo sabía que nunca iba
a darle amor. Su deseo actuaba por ella y me seducía como si fuera
otra mujer quien me hablaba y me tocaba, teníamos sexo como dos
locos, en los lugares más públicos, y a ella le gustaba, yo le
hablaba sucio, la trataba como a una puta, porque eso quería que
fuera, ella gemía y cuando llegaba al orgasmo, y a ese después
donde todos los seres humanos somos tristes por unos instantes.
Volvía la mujer enamorada, y entonces se daba cuenta que por más
deseo que hubiera de mi parte jamás iba a amarla, y lloraba, y me
reprochaba, y se sentía sucia, y se sentía puta, sin serlo. Y me
odiaba por haberla rebajado de su status de mujer, por haberme
olvidado que pensaba, que sentía, que no solo sentía placer, que me
amaba, que quería que la cuidara, que la extrañara. No lo logré,
no me interesó lograrlo desde el primer momento en que la vi.
Ella
me odia, porque me amó, porque la dejé vacía, rota.
Yo
en cambio nunca pude amarle, ni en otra vida lo haría, para mi es
una mujer por la que no puedo sentir amor, solo los más bajos
instintos, solo carne. No la amo, pero este deseo por ella no me
abandona, no se me sale del cuerpo, no la amo; pero nunca olvidaré
su cuerpo, y siempre me oleré los dedos creyendo que aún conservan
el olor a su sexo.
Homenaje a L'amant Marguerite Duras.

Me
llega entonces a las manos, y a los ojos este libro hermoso del cuál
no puedo separarme, y si lo hago es porque los deberes del mundo real
me llaman. De por si su autora me intriga, me fascina, aún sin
conocer su obra por lo poco que he leído sobre ella, francesa,
alcoholica, instintiva, caótica, y genio; varios adjetivos que me
resultan deliciosos.
Una
mujer bellisima en su juventud, y aún en sus años de adultez,
seductora, perversa, tan egocéntrica y maravillosa a la vez que su
obra no es más que ella misma traducida a las letras.
Entonces
entre los muchos elementos deliciosos e inquietantes que me dejó
este libro, que me llegó en el momento oportuno y me arrancó
lágrimas, suspiros, que me revivió recuerdos, me quedo con su
personificación de las cosas. Y es que a menudo hablamos de
cosificar a las personas, de quitarles su humanidad y reducirlas a un
objeto.
Pero
nunca nos ponemos a pensar en el ejercicio contrario, que incluso me
atrevería a decir lo empleamos más a menudo personalizar un objeto,
dotarlo de alma, de vida, lo hemos hecho todos, incluso, lo han hecho
quiénes critican a la banalidad, a la trivialidad.
Los
objetos dejan de ser eso, un simple objeto cuando su sola existencia
nos remite a algún sentimiento, los objetos son recuerdos, son
olores, sabores, son situaciones que a diferencia de nosotros si han
perdurado, si han logrado burlar al tiempo.
Entonces
en el amante, aparece este acto, desde el comienzo, desde la misma
razón de la creación del libro, unas fotografías. ¿qué son?
Simple papel fotográfico con químicos, ajadas por los años, llenas
de polvo. Pero dejan de ser esto cuando transportan a Marguerite en
un viaje express por su memoria, cuando le permiten ver rostros que
ya no existen, cuando le permiten revivirse a ella misma en su
juventud, se ve, y siente como si lo viviera de nuevo, se ve en las
fotos y siente así sea una ilusión que puede ser joven de nuevo.
Se
evidencia todavía más con el sombrero, ese famoso sombrero palo de
rosa de hombre, ese, y no otro que llegó a su cabeza por azares del
destino, y que según ella misma lo dice, pareciese que haya sido el
que la haya dotado de ese carácter de esa sensualidad mística que
se le antojaba irresistible a los hombres, y por lo que no podía
escapar a las miradas.
Un
simple sombrero, viejo, ahora estaba dotando de cualidades a una
persona, como decir entonces que es un simple objeto, si tan solo con
existir tuvo la capacidad de alterar la vida a su dueña que si
poseía vida.
Yo
no podría concebir mi vida sin objetos, sin los objetos que la
componen, me tacharán de banal, es probable, y tal vez tengan razón,
no es mala una dosis de banalidad para la vida. Muchos objetos que me
acompañan definen en parte lo que soy, me distinguen de los demás,
me dotan de seguridad, y hasta me hacen creer que poseo cierto
encanto como el sombrero de la pequeña Duras.
Otros
por el contrario, están empapados de sentimiento, de recuerdos. Y
son lo único que no me deja olvidar, pues la memoria me falla, pero
un objeto es eterno, irónicamente más duradero que la humanidad
misma, que las relaciones, y que los amores.
Un
objeto es la prueba, cuando ya el tiempo hace pensar que nada
existió, que todo fue producto de la imaginación. Mis objetos más
preciados, me hacen recordar, me hacen revivir sentimientos que ya
creía enterrados, me hacen volver a oír palabras, silencios,
añorar, extrañar. Como si me transmite tanto, como negarle así sea
un poquito de alma, la tiene, así sea que se haya quedado con la
mitad de la mía.



Medio rota, Medio vacía, Medio viva....
El dolor más grande fue darme cuenta que podía mirar a todas como solía mirarme a mi.
Su mirada, esa, esa que usaba conmigo era la que me hacía aferrarme a un algo que nunca hubo. Es astuto mentir con la mirada.
Por aquel entonces nunca me había sentido tan poco especial.
Su mirada, esa, esa que usaba conmigo era la que me hacía aferrarme a un algo que nunca hubo. Es astuto mentir con la mirada.
Por aquel entonces nunca me había sentido tan poco especial.
lunes, 17 de septiembre de 2012
L'amour c'est comme une cigarette.

El amor es como una
pequeña muerte, que nos da la oportunidad de volver a la vida como
el ave fenix, nada más que para volver a morir nuevamente. Entonces
el amor a su vez , es como un cigarrillo, una pequeña muerte, una
exhalación que roba vida, pero no es una muerte definitiva, una
agonía deliciosa, y peligrosa al mismo tiempo.
El acto de fumar, no
solo resulta liberador, catártico, poético, incluso cliché.
Es un acto de retar a
la vida, de robarle vida a la vida misma, pero es un acto cobarde,
porque no nos permite entrar a la muerte de forma definitiva. Agonía
latente, que saca nuestra tendencia más profunda a la
autodestrucción y al goce que en ello encontramos.
Es una forma silenciosa
de protestarle a la vida por tantos sufrimientos, por tantos
fracasos.
Siento ira, fumo,
siento melancolía fumo, experimenté el fracaso, fumo, estoy
desilusionada lo único que puede mitigar este horrible sentimiento
es sentir el humo deslizándose sigiloso y seductor por la traquea
penetrando, corrompiendo mis pulmones.
Estoy extasiada de
placer, fumo, siento nervios cuando le veo, fumo, la incertidumbre me
agovia, fumo.
Me lleno de humo en el
cuerpo para que me limpie de recuerdos, en su fugaz paso por el
interior de mi ser, te reto vida injusta, destino irónico, realidad
desalentadora, el cigarrillo es mi guerrero fiel, que lucha las
batallas por mi, le fumo, esperando que sea el último, el definitivo
que gane la batalla.
Eros y thanatos en una
sola e indefensa bocanada de humo de seda que me baña, me envuelve y
me hace creer que te olvido, hasta que veo sus cenizas apagarse,
igual que mi aparente tranquilidad.
Me hizo suya en sus
humos grisáceos, y de ahí ya no puedo salirme, al final; como tu,
como todos, como todo, me dejará sola, cuando la muerte venga por
mi, ya no jugará a defenderme, se burlará, pero que más da, le
vendo mi alma si es el precio que debo pagar para que me ayude a
soportar la vida.
sábado, 15 de septiembre de 2012
"Unos cuántos piquetitos"
Era hacia el año de 1935, cuando la grandiosa Frida Kahlo pintaba unos cuantos piquetitos, idea que surgió por una noticia de un hombre que borracho asesinó a su novia a puñaladas, la respuesta que dio a las autoridades fue “pero si solo fueron unos cuantos piquetitos” (habían sido 32 puñaladas).
Las circunstancias no eran más que una excusa para representar su catarsis, una versión disfrazada de lo apuñalada que se sentía por la vida como diría ella más tarde, más concretamente por el hecho de que su eterno amor Diego Rivera le engañara con Cristina su hermana favorita.
Puedo preguntarte algo? le preguntó con la voz entre cortada, con el corazón a mil, y con la esperanza secreta de recibir la respuesta equivocada.
Estás saliendo con ella? Él responde si. Frío, como el acero, certero, como una bala penetrando la fragilidad de la piel. Sin dudarlo, sin pensarlo.
Te gusta? Mucho. De nuevo su voz fría y lejana que se le antojó desconocida, le penetraba un poco más helándole la nuca, el pecho, y el alma. Sin embargo se convertía en un vicio, en un mal vicio, el masoquismo de querer saber más, de recibir la tristeza de un golpe definitivo, o cualquier comentario alentador de donde soportarse.
Y te gusta; como te gusté yo? No, me gusta mas. Ya estuvo, el golpe final. Muchos puñales entrando, muchas balas rompiendo a su paso sin compasión, cada palabra expulsada sin el más mínimo tacto, la boca hacía las veces de pístola actuando implacable sin la más mínima intensión de mitigar el dolor. Estaba helada, completamente helada. Pero no era el frío del ambiente, no sentía las piernas descubiertas, no sentía el viento de la noche en los brazos, el frío le venía de adentro. Era el alma gritando desolación, y entonces el seguía hablando apretando su gatillo más y más, lanzaba esas palabras que eran balas y mientras mas desangrada la veía entre el sabor de las lágrimas saladas y amargas, y el olor del sexo aún fresco, procedía a rematarla más, como si ese fuera su propósito de la noche.
También le dijo sin compasión, sin nisiquiera hacerlo sonar bonito y menos cruel que jamás había logrado enamorarse de ella. “Debe ser triste para ti” dijo y sonrío lleno de ironía ante sus sentimientos pueriles y jamás correspondidos. “Si, que yo jamás haya logrado sentir lo mismo por ti” Ella callaba, la desolación la dejaba sin palabras. Seguía abaleándola también ahí, viéndola tan vulnerable, con las pestañas empapadas en lágrimas, con el pelo mojado de las mismas, el le negaba toda humanidad, le negaba que tuviera un alma, y le trataba como a un cuerpo, a un cuerpo objeto del deseo, y nada más. Un cuerpo para penetrar hasta el cansancio y luego desechar, un cuerpo sin alma. Sin vida.
Así quedó esa noche de septiembre, entre árboles que antes habían sido complices de su deseo desenfrenado, ahora acogían su cuerpo inerte en vida, helado, lleno de fluidos que provenían de una u otra forma de él, o por él. Con miles de palabras infames, dichas de una forma más infame aún. Palabras que ella tendría en la mente el resto de sus días, porque ni con eso le ayudó, matándola de una vez para evitarle sufrimiento, y humillación. Dejándole los ojos aún abiertos para tener que seguir viéndole a la cara, a los ojos, a la sonrisa de la cual nunca fue ni será un motivo, y que tan claro se lo dejó. Mi querida Frida no fue la única asesinada por la vida, ni por un mal amor.
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