
El amor es como una
pequeña muerte, que nos da la oportunidad de volver a la vida como
el ave fenix, nada más que para volver a morir nuevamente. Entonces
el amor a su vez , es como un cigarrillo, una pequeña muerte, una
exhalación que roba vida, pero no es una muerte definitiva, una
agonía deliciosa, y peligrosa al mismo tiempo.
El acto de fumar, no
solo resulta liberador, catártico, poético, incluso cliché.
Es un acto de retar a
la vida, de robarle vida a la vida misma, pero es un acto cobarde,
porque no nos permite entrar a la muerte de forma definitiva. Agonía
latente, que saca nuestra tendencia más profunda a la
autodestrucción y al goce que en ello encontramos.
Es una forma silenciosa
de protestarle a la vida por tantos sufrimientos, por tantos
fracasos.
Siento ira, fumo,
siento melancolía fumo, experimenté el fracaso, fumo, estoy
desilusionada lo único que puede mitigar este horrible sentimiento
es sentir el humo deslizándose sigiloso y seductor por la traquea
penetrando, corrompiendo mis pulmones.
Estoy extasiada de
placer, fumo, siento nervios cuando le veo, fumo, la incertidumbre me
agovia, fumo.
Me lleno de humo en el
cuerpo para que me limpie de recuerdos, en su fugaz paso por el
interior de mi ser, te reto vida injusta, destino irónico, realidad
desalentadora, el cigarrillo es mi guerrero fiel, que lucha las
batallas por mi, le fumo, esperando que sea el último, el definitivo
que gane la batalla.
Eros y thanatos en una
sola e indefensa bocanada de humo de seda que me baña, me envuelve y
me hace creer que te olvido, hasta que veo sus cenizas apagarse,
igual que mi aparente tranquilidad.
Me hizo suya en sus
humos grisáceos, y de ahí ya no puedo salirme, al final; como tu,
como todos, como todo, me dejará sola, cuando la muerte venga por
mi, ya no jugará a defenderme, se burlará, pero que más da, le
vendo mi alma si es el precio que debo pagar para que me ayude a
soportar la vida.
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