lunes, 17 de septiembre de 2012

L'amour c'est comme une cigarette.

El amor es como ir de muerte, en muerte, dice la hermosa Concha Buika con su voz matizada por los humos del tabaco, y le salen letras en forma de canciones, y en forma de poemas deslizándose por la cavidad que hay entre sus dos diente frontales, salen como suspiros, sutiles, pero resulta que sus palabras ya sean en verso o en prosa, con esa voz teñida de tabaco siempre llegan a lo más hondo de las vísceras.

El amor es como una pequeña muerte, que nos da la oportunidad de volver a la vida como el ave fenix, nada más que para volver a morir nuevamente. Entonces el amor a su vez , es como un cigarrillo, una pequeña muerte, una exhalación que roba vida, pero no es una muerte definitiva, una agonía deliciosa, y peligrosa al mismo tiempo.

El acto de fumar, no solo resulta liberador, catártico, poético, incluso cliché.
Es un acto de retar a la vida, de robarle vida a la vida misma, pero es un acto cobarde, porque no nos permite entrar a la muerte de forma definitiva. Agonía latente, que saca nuestra tendencia más profunda a la autodestrucción y al goce que en ello encontramos.
Es una forma silenciosa de protestarle a la vida por tantos sufrimientos, por tantos fracasos.

Siento ira, fumo, siento melancolía fumo, experimenté el fracaso, fumo, estoy desilusionada lo único que puede mitigar este horrible sentimiento es sentir el humo deslizándose sigiloso y seductor por la traquea penetrando, corrompiendo mis pulmones.
Estoy extasiada de placer, fumo, siento nervios cuando le veo, fumo, la incertidumbre me agovia, fumo.

Me lleno de humo en el cuerpo para que me limpie de recuerdos, en su fugaz paso por el interior de mi ser, te reto vida injusta, destino irónico, realidad desalentadora, el cigarrillo es mi guerrero fiel, que lucha las batallas por mi, le fumo, esperando que sea el último, el definitivo que gane la batalla.

Eros y thanatos en una sola e indefensa bocanada de humo de seda que me baña, me envuelve y me hace creer que te olvido, hasta que veo sus cenizas apagarse, igual que mi aparente tranquilidad.

Me hizo suya en sus humos grisáceos, y de ahí ya no puedo salirme, al final; como tu, como todos, como todo, me dejará sola, cuando la muerte venga por mi, ya no jugará a defenderme, se burlará, pero que más da, le vendo mi alma si es el precio que debo pagar para que me ayude a soportar la vida.

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